¿Convendría una asignatura de pensamiento crítico?
Si educar es formar a una persona, de manera que llegue a ser lo mejor que ella misma puede llegar a ser, parece claro que como sociedad debemos tomarnos en serio la educación. Las instituciones deben ofrecer un sistema fuerte, que permita que todas las personas logren formarse y llegar a sacar lo mejor de sí mismas. Si uno trabaja en el ámbito de la educación, sabrá bien los conflictos que ha habido de leyes en los últimos años, en donde dependiendo del partido de turno aparecía una ley diferente. Y uno se pregunta cómo existen posturas tan enfrentadas en cuanto a políticas educacionales, y para cuándo una ley conjunta de todos los partidos políticos. El consenso parece difícil, cuando no es por el modo de educar, entran en juegos los idiomas; si no es la ética que tratamos de enseñar, sí que lo que es la religión que se debe impartir; por no hablar de si es privada, pública o concertada. Toda la sociedad cree necesario un acuerdo en materia de educación, pero nadie da su brazo a torcer, o nadie cree que existe un término medio.
Relacionado con esto, he leído recientemente una noticia que se pregunta: “¿Convendría una asignatura de pensamiento crítico?” Se pregunta el artículo sobre la necesidad de asignaturas, que mucho más que aprender ciertos contenidos, ayuden en el complejo quehacer de la vida. Y uno se pregunta cómo no van a ser necesarias asignaturas que nos hagan pensar, que nos ejerciten en el dominio del saber discernir, del saber diferenciar lo bueno de lo malo, lo mejor de lo menos bueno, para elegir, y para elegir bien. Critica el periodista que la filosofía ya cumplía esta función, y es verdad. Pero ahora ¿qué debemos ofrecer?, ¿cómo podemos hacer un plan educativo en el que no sólo formemos personas competentes para ciertos trabajos, sino que formemos personas bien estructuradas por dentro, que además de realizar un trabajo, sean capaces de saber lo que sucede a su alrededor y buscar el bien común?.
Y me pregunto si estamos dispuestos a que verdaderamente la sociedad sea crítica. Cuando los ciudadanos lo son, lo lógico es que haya multitud de opiniones, lo más normal es que haya personas que piensan distinto. Y crítico aquí no es el criticón, el que ve todos los problemas de la realidad. Eso resulta muy fácil. Crítico es el que propone, el que no se conforma, el que los entiende… y el que hasta es capaz de querer la diferencia y sabe apreciarla. Creo que eso hablaría de nuestra madurez como sociedad, saber convivir en el desacuerdo, entender las diferentes posturas, para no pensar como dice un amigo en tono de broma, que lo que le gusta a él es discutir con gente que piensa lo mismo.
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